El anarcosindicalista Melchor Rodríguez fue el último alcalde republicano de Madrid. La concesión de la medalla de honor por parte del consistorio supone un reconocimiento a una figura olvidada y distorsionada.
Julián Vadillo, profesor de historia en la UC3M, especialista en historia del anarquismo / 31 mar 2023 11:00
La Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid ha propuesto las Medallas de San Isidro 2023 que se elevarán al próximo Pleno del mes de abril para su aprobación definitiva, según ha anunciado la portavoz municipal, Inmaculada Sanz. Las categorías de estas distinciones se dividen en Medallas de Honor y Medallas de Madrid. La Medalla de honor es una de las máximas distinciones que concede el Ayuntamiento y este año, por fin, se ha hecho justicia con uno de los personajes más olvidados de la historia de la ciudad. El último alcalde republicano, Melchor Rodríguez, “El Ángel Rojo”, uno de los principales impulsores del movimiento obrero madrileño.
Melchor Rodríguez, militante de la CNT y uno de los fundadores de la FAI, fue una de las personalidades más influyentes en el obrerismo español en la década de 1920 y 1930. Emigrado de Sevilla a la capital de España a finales de la década de 1910, Rodríguez dinamizó el movimiento libertario madrileño. Su actitud frente a la dictadura de Primo de Rivera, como firme partidario de una unidad antimonárquica que pusiera fin a la situación de tensión en España, y su impulso movilizador durante la Segunda República en Madrid, hicieron de Melchor Rodríguez uno de los referentes del mundo sindical madrileño. Su intensa actividad en la CNT y en la FAI le condujo en numerosas ocasiones a prisión. A partir de 1934, Rodríguez sería un firme partidario un entendimiento entre las centrales sindicales (UGT y CNT) así como su grupo de la FAI “Los Libertos”, al igual que “Los Intransigentes”, eran partidarios de un acercamiento a los socialistas para partir de acuerdos de mínimos e ir conquistando mayores cuotas de igualdad entre los trabajadores.
Al producirse el golpe de Estado contra la República, Rodríguez fue uno de los más decididos resistentes en la capital de España, pero también entendió que los presos y los detenidos tenían una serie de derechos que solo un tribunal podía juzgar. Durante las jornadas de asedio de las fuerzas sublevadas contra Madrid, fue nombrado Delegado Especial de Prisiones en noviembre de 1936 por el entonces Ministro de Justicia, Juan García Oliver, en el gabinete del socialista Francisco Largo Caballero. Desde ese puesto detuvo las matanzas indiscriminadas de Paracuellos del Jarama y los “paseos” a los presos que permanecían indefensos en las cárceles republicanas. Salvó la vida a sus enemigos de ideas, los que tantas veces le habían condenado a prisión durante la monarquía, la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República.
Rodríguez fue uno de los más decididos resistentes en la capital de España, pero también entendió que los presos y los detenidos tenían una serie de derechos que solo un tribunal podía juzgarOtro hecho heróico de Melchor acaeció el 8 de diciembre de 1936, cuando una turba popular quiso ajusticiar a los 1.532 presos de la cárcel de Alcalá de Henares después de un cruel bombardeo fascista sobre la población civil. Se enfrentó durante horas a la población en armas y consiguió detener aquella masacre. Dentro de aquella prisión se encontraban personajes que luego tendrían un lugar preeminente en la Dictadura que vendría como Blas Piñar, Martín Artajo, los hermanos Luca de Tena, Sánchez Mazas, Muñoz Grandes, Serrano Suñer, Fernández Cuesta o el locutor Bobby Deglané. Algunos de ellos reconocidos conspiradores y golpistas contra la legalidad republicana y democrática. Pero para Rodríguez la justicia solo la podían aplicar los Tribunales republicanos.
Durante la guerra, salvó la vida a decenas de personas, alojando en su casa a más de 30 personas. Negoció con el Cuerpo Diplomático el traslado de otras tantas personalidades que corrían peligro de ser ejecutadas, intervino personalmente para terminar con el abuso, torturas y asesinatos de algunas “checas” y trasladó personalmente camiones de presos con destino a Valencia, poniendo en riesgo su propia vida en una decena de atentados que sufrió por parte de los que se oponían a su actuación. Una actuación que estaba conforme al cargo que ostentaba y que era defender la legalidad republicana frente a quien quisiera abusar de ella. Esto, unido a sus fuertes convicciones anarquistas y humanitarias, hicieron de Melchor Rodríguez un personaje especial en un entorno de conflicto abierto.
Destituido de su puesto de Prisiones, fue relegado a Concejal de Cementerios, donde abogó por un régimen de visitas familiares de cualquier ideología para que pudieran enterrar dignamente a sus muertos.
En los últimos días de la guerra, junto al PSOE caballerista y la CNT madrileña, se unió al golpe de Casado en la Consejo Nacional de Defensa que arrebató el poder a Negrín. Ese movimiento hay que entenderlo en dos líneas. La primera la que representaba el propio Segismundo Casado, militar republicano que consideraba que el final del conflicto tenía que ser gestionado por militares intentado emular un Abrazo de Vergara cien años después y buscando una paz honrosa. Por otra parte, estaba el enfrentamiento entre las fuerzas antifascistas que había tenido los luctuosos sucesos de Mayo de 1937 y que habían quedado en el debe de libertarios y socialistas caballeristas frente a sus rivales comunistas. Las trágicas jornadas de marzo de 1939 dieron un vuelco a la situación. Pero aquella “paz honrosa” era una quimera frente a unos golpistas que iban a imponer una dura represión contra todo aquel no pensase como ellos.
Cuando todas las autoridades republicanas abandonaron España, dejando en medio de la huida de los defensores de Madrid hacía los puertos de Alicante y Cartagena con la esperanza de alcanzar el exilio, Melchor y su hija Amapola, decidieron quedarse para entregar Madrid en un imposible traspaso de poderes que solo en la mentalidad de un hombre ético como Rodríguez existía. Fue el último alcalde republicano de Madrid y, por tanto, el último funcionario de la Segunda República española.
Su premio fue un juicio sumarísimo, una pena de muerte conmutada a 20 años y un día, de los que cumplió 5 años en el terrible Puerto de Santa María. Cuando regresó a Madrid, volvió a unirse al movimiento libertario, esta vez abogando e intentando mejorar la vida a los presos de las cárceles franquistas, esta vez sus hermanos de ideas. Lo que le valió no pocas visitas a la cárcel.
Murió sin poder pagar su propio sepelio y en su entierro por primera y única vez durante la larga noche de la dictadura se cantó “A las Barricadas” y Martín Artajo rezó un Padre Nuestro. En su ataúd se colocó una bandera rojinegra de la CNT-FAI, otro hecho insólito.
Su figura ha sido olvidada durante años, distorsionada por aquellos que nunca entendieron lo que era la responsabilidad en tiempo de guerra y los intentos de recuperación no fructificaron hasta que el investigador Alfonso Domingo escribiera su biografía y realizara un magnífico documental titulado “El Ángel Rojo”. Unos años después, su biznieto, el artista Rubén Buren, estrenó con gran éxito la versión teatral de La entrega de Madrid, de su bisabuelo, consiguiendo la Mención de Honor del premio Lope de Vega. En 2017, el propio Buren fue coautor de Os salvaré la vida, novela que se alzó con el Premio Alfonso X, el Sabio, sobre la figura de Melchor Rodríguez.
Su figura ha sido olvidada durante años, distorsionada por aquellos que nunca entendieron lo que era la responsabilidad en tiempo de guerra
Buren es conocido por su incansable trabajo en el teatro o cine sobre la recuperación de la memoria histórica, como muestra su premiada película Maquis, estrenada en 2021 o su preocupación por las clases menos favorecidas en el documental ¿Dónde están los pobres?, que se estrenará en octubre de 2023 sobre las colas del hambre de la capital. Le hemos preguntado su opinión sobre la concesión de la Medalla:
“Sí, me he enterado por Miguel Ángel Redondo, concejal de Economía del ayuntamiento, él ha sido el verdadero artífice de todo esto, con su lucha incansable por la memoria de Melchor. Por fin Madrid va a reconocer a Melchor con la máxima distinción que otorga la ciudad. Siento que esta maravillosa y desastrosa ciudad que amo nos devuelve algo, le devuelve algo a mi familia, toda la miseria y el olvido con los que convivieron él y su hija, mi abuela Amapola. Siento que esta tarde Madrid es más bonita, hoy brindaremos… está bien que se reconozca a quien salvaguardó el honor de esta ciudad en los momentos más difíciles”.
Ahora Buren, está enfrascado en buscar financiación para su próxima película, La entrega de Madrid, donde recoge los últimos días de la guerra civil de Melchor y su abuela Amapola, los hechos históricos que vivieron sus familiares en primera persona. Planea comenzar a grabarla en julio de 2024, si todo va bien.
Con esta medalla, Madrid cierra un capítulo algo oscuro en lo que se refiere al reconocimiento de ciertos personajes, ahora solo falta pedir que pinten el cuadro de Melchor y lo coloquen en pasillo de honor, junto a los demás alcaldes madrileños.
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