El flotador de los náufragos
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El Ingreso mínimo vital se ha recibido como un flotador en medio de un océano en plena tormenta, pero una vez pasada la tempestad, sacado el náufrago del oleaje y llevado a tierra, el flotador no sirve de mucho.
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Por supuesto que cualquier medida que favorezca a las personas más desprotegidas es bienvenida, el Ingreso Mínimo Vital por ello lo es, pero analizando la situación de pobreza intensificada por el Covid19, sistematizada a través de una precariedad instaurada como método productivo a través de la explotación laboral, la pérdida de derechos sociales con recursos deficitarios y pensiones en la senectud insuficientes, además de un reparto del sostenimiento de la vida y de la personas injusto, con un sistema de impuestos que beneficia claramente a quienes más tienen, se evidencia la resquebrajada y erosionada estructura social desde hace décadas, que contribuye con creces a la destrucción de las personas, donde quien tenía un empleo precario o no, en muchos casos ahora está en paro y quien era pobre ahora no tiene nada.
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La ayuda es solo un recurso de emergencia destinado a algunos modelos de familia o individualidades, porque a muchas otras que aun estando en la tormenta, no cumplen determinados requisitos estrictamente burocráticos, se ven abocadas a ahogarse sin posibilidad de rescate.
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Este recurso no es la pieza transformadora que pueda ayudar a acabar con la precariedad laboral, el antídoto para que los empleos dejen de ser la herramienta de sumisión y sacrificio para la clase trabajadora. Este ingreso, no modificará la situación de desigualdad social que necesitamos como sociedad, la herramienta de contrapeso para la brutalidad laboral, que nos hiciera ganar fuerza de empoderamiento ciudadano, para poder plantar cara y no aceptar cualquier empleo mal pagado que nos denigra y destruye a cambio de ser esclavo.
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La opción adecuada para acabar con la esclavitud social y laboral es la Renta Básica de las Iguales, algo que se puede y se debe implantar, pero no quieren.
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Carol Garrido
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