La lucha contra el fascismo en pleno 2023. Huelga en la Panificadora Butrón

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La huelga de Panadería Butrón, de Chiclana de la Frontera, es una más de las luchas reales que la clase trabajadora afronta sin complejos y con el apoyo solidario de miles de trabajadores de CGT y gentes del pueblo.

Sin duda alguien puede pensar que hay Huelgas y “huelgas”. Incluso algunas personas que tienen negocios o empresas, sobre todo pequeñas y medianas, pueden tener una imagen de esa Huelga un tanto desdibujada y pueden pensar que las personas trabajadoras pretenden con esta Huelga alcanzar mejoras desproporcionadas e incluso imposibles de atender por un “buen” empresario que lo único que pretende es “salvar” su empresa.

Nada de eso está ocurriendo en Panadería Butrón. El núcleo de la producción de esa empresa reside en una veintena de personas, de las algo más de 60 que cuenta la empresa, entre administración, comerciales, reparto… Todas ellas se pusieron en huelga. Cuando de condiciones leoninas tanto laborales como salariales, con graves incumplimientos en la contratación y convenio, se padecen, no es de extrañar a propios y extraños, que un núcleo de personas trabajadoras constituya una sección sindical, en este caso de CGT. Ahí comienza esta amarga historia. Porque la persona delegada sindical de CGT y la trabajadora más antigua de la empresa que estaba en las oficinas de la empresa ha sido despedida en cuanto se ha pretendido que la empresa cumpla con el convenio.

Este despido desencadena la Huelga y a la exigencia de la anulación del mismo se unen un conjunto de mejoras que deben alcanzarse negociadamente con la empresa. El empresario se conduce en pleno siglo XXI como hace un siglo, cuando en la década de los años veinte emergieron los movimientos fascistas en toda Europa.

De hecho, el talante autoritario del empresariado de esa etapa, que aún se manifiesta en ocasiones como esta, debía ser atemperado por los sindicatos verticales, creados por las dictaduras fascistas. Mediante el Decreto de Unificación del año 1937, Franco crea el partido único del régimen denominado Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista -FET y de las JONS- al que le ordena hacerse cargo de una única Organización Sindical que se vertebra de forma vertical y jerárquica para organizar el trabajo, la producción y el reparto de bienes. La Ley de Bases de la Organización Sindical de 6 de diciembre de 1940 estableció la afiliación forzosa de todos los trabajadores y empresarios (“productores”) en la estructura sindical del Régimen bajo los principios de «verticalidad, unidad, totalidad y jerarquía». Durante el franquismo ha sido evidente que el empresariado ha podido ejercer una enorme influencia en esta estructura autoritaria comportándose, a la manera fascista, con ordeno y mando.

 

Una parte del empresariado instalado en los regímenes democráticos llevan décadas gestionando lo que vienen a denominar “recursos humanos” de forma negociada e incluso mostrando alguna sensibilidad por las circunstancias familiares de quienes para la empresa trabajan. Por el mero hecho de sindicarse no suele despedirse a una persona trabajadora. Dicen -¡Es un derecho Constitucional! En ocasiones ocurre que si te afilias a un determinado sindicato tampoco pasa nada, pero ¡Ay de quien no se afilie a ese y si lo haga en otro!

Hay empresarios que conocen que determinadas organizaciones sindicales tienen un talante más “dialogante” y entonces forman una especie de alianza con ellas favoreciendo que las personas empleadas se afilien mejor a este sindicato que a otros. Hay personas trabajadoras que deben afiliase casi a la fuerza “de los hechos” a un determinado sindicato, aunque “clandestinamente” también estén afiliados a otro que le merece mayor confianza. La técnica autoritaria del empresario de Panadería Butrón despidiendo al delegado sindical de CGT es muy antigua, ya que viene a “escarmentar” a toda la plantilla mediante el cabeza de turco que es esta persona. Por ejercer simplemente su derecho a la libre sindicación es “castigada” con el despido. Y esto es fácil de concluir porque después de meses de huelga el empresario ha pasado: de no querer sentarse a negociar nada, a sentarse a negociarlo todo, menos la readmisión de las personas despedidas de CGT.

Un empresario que muestra claramente este talante fascista no puede ser bien recibido en ninguna institución pública, por ejemplo, el Ayuntamiento de Chiclana. Es más, las instituciones públicas gobernadas por quienes se declaran demócratas deben hacer entrar en razón a este “patrón” del siglo XIX, para que asuma que en democracia el sentido social de la producción exige respetar escrupulosamente los derechos constitucionales de todas las personas.

Meses llevan pisoteándolos en Panadería Butrón sin que nadie reconduzca esta actitud autoritaria del empresario. Y muestra una altanería impropia de una sociedad democrática cuando rechazó reunirse con los trabajadores en Huelga en el SERCLA, previo a la huelga. Se negó en otro a llegar a acuerdo alguno y recientemente ha rechazado la propuesta sindical de un laudo arbitral que resolviera el problema. Las Familias de los huelguistas, que deben comer cada día y pagar recibos de luz y otros suministros todos los meses, vienen siendo apoyadas por quienes han hecho causa común en esa lucha por la dignidad de las personas trabajadoras y contra el fascismo del empresario.

La unidad sindical es imprescindible en estos momentos donde el fascismo se reedita públicamente. La clase trabajadora ha respondido históricamente a estas decisiones autoritarias, aplicando grandes remedios a grandes males como este. Mediante una Huelga General, ejemplo la Canadiense de Barcelona, se restituirá el mutuo respeto entre empresarios y trabajadores. El empresariado, así como la clase política, de la provincia, tiene responsabilidad en una mediación necesaria.

Tiempo es de trabajar juntos los sindicatos de CLASE en esta Andalucía blanca y verde que tanto le cuesta ver cada día un “pacífico y esperanzador amanecer”.

Fdo. Rafael Fenoy

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