Onda Barricada: Airbus no se rinde

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La ficticia igualdad, mérito y capacidad

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El deseo de obtener un puesto de trabajo estable y con derechos, es uno de los mayores anhelos de la ciudadanía. No hay más que observar el elevado número de participantes en las ofertas de empleo público de escasas plazas a las que se opta, para darse cuenta lo mal que están las cosas en este país. Tener un trabajo digno y unas condiciones laborales justas es lo que quiere cualquier persona.

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Dejar de rodar de empleo en empleo o concatenar contratos en fraude es la realidad de la que solo se puede salir con vida, si te toca la lotería o apruebas una oposición de empleo público.

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Pero de verdad, cuando se habla de igualdad, mérito y capacidad ¿Estamos hablando de un procedimiento justo?

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Personalmente creo que no, puesto que no se parte del mismo punto de partida, ni de las mismas condiciones. De la misma casa, nivel cultural, accesibilidad.

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En una sociedad de tanta desigualdad y circunstancias dispares,  proponer unas pruebas iguales para todo participante, en las que para su preparación no podrá dedicar el mismo tiempo alguien que tenga sus necesidades básicas cubiertas y pueda invertir todo el tiempo para el estudio, que alguien que tenga que trabajar, en la mayoría de los casos en un empleo precario y que en el escaso tiempo que le queda, prepararse para competir en la misma carrera que las y los correderos del otro nivel, es una propaganda que solo aparenta esa ficticia igualdad.

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En la mayoría de los casos, hoy, la inscripción hay que realizarla vía telemática, tomando como referencia que toda persona tiene un ordenador e internet en su casa o acceso posible.  Situación que pone de manifiesto que está pensado para que quienes no tienen nada, sigan así y de vez en cuando salte en las redes sociales algún ejemplo de persona que estudia entre la entrega de un pedido y otro como ejemplo de superación.

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Sería interesante que para gobernar un país, se realizaran pruebas de selección para desempeñar la gestión de la función pública y quienes deciden sobre cómo debemos acceder a una plaza, fueran los primeros en superar unas pruebas de igualdad, mérito y capacidad. Tal vez entonces, habría otra visión más justa a la hora de decidir sobre este tema que tiene a tantas personas sumergidas en la angustia y la desigualdad, mucho más, cuando después de llevar muchos años desempeñando un puesto en fraude de ley en cualquiera de las administraciones públicas, se amenaza “por cualquier cargo político/a mediocre” para el que no se exige ningún estudio, con que se pueda perder el trabajo, ante la ineptitud demostrada por los sucesivos cargos públicos que han mantenido la ilegalidad consentida sin realizar ofertas de empleo público.

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Carol Garrido

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