Ondeando la bandera del valor…
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En medio de la mar me encuentro, he recorrido ya tantos puertos…pero vuelvo a estar aquí, en medio de la mar, ella y yo. Saboreando la sal, encarando la tempestad, después del amenazante naufragio…mi barco y yo. Por suerte la calma retorna, las aguas se amansan, el cielo se abre de par en par y el viento…el viento aquel antes embravecido, no es ahora más que un soplo de aire limpio, suave, fresco y renovador.
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A veces embarranco en los arrecifes, voy directa a los corales, a las tormentas… El catalejo me enseña sitios, lugares… Por suerte me repongo, reviso mi embarcación. Observo mi línea de flotación, me retiro al cuarto de derrota y vuelvo a revisar mis cartas de navegación. Voy hacia el puente de mando, ajusto la ruta, agarro el timón…y con el viento en la cara y la frente bien alta, pongo mi navío nuevamente en marcha. No se hacia donde me llevarán los vientos, no sé qué aventuras ni desventuras me esperan. Realmente nada de eso sé, pero lo que con seguridad, con certeza sé, es que guiándome por mi brújula interior, navegaré ondeando con la bandera del valor colgada más alta del mástil y con coraje y atrevimiento surcaré los mares y llegaré a nuevos puertos. El viaje merece la pena, vale la pena arriesgar, aunque se desgarren las velas y se corra el riesgo de naufragar.
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Dedicado a la gente del metal de la bahía de Cádiz que con coraje y atrevimiento lucha por su dignidad y sus derechos.
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Carol Garrido
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