Crianza y capitalismo: reflexiones sobre natalidad, economía y sociedad

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La tasa de natalidad en los países más desarrollados ha caído de manera extraordinaria en las últimas décadas, generando preocupación en diversos ámbitos políticos y económicos. Este fenómeno altera las pirámides poblacionales, proyectando efectos sobre las economías nacionales, particularmente en lo relativo a pensiones y prestaciones sociales. Aunque la llegada de población inmigrante compensa parcialmente esta caída, también introduce nuevos desafíos socio-culturales que están transformando las sociedades receptoras.

Globalización y cambios culturales

El sistema capitalista, motor y resultado de la globalización, genera cambios profundos en la forma de vivir y, en consecuencia, en la manera de pensar. Históricamente, constituir una familia era un objetivo central de la vida. Frases como «No se es hombre hasta escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo» ejemplificaban esta mentalidad. Sin embargo, en pocas décadas, las generaciones jóvenes han cambiado radicalmente su percepción sobre la formación de familias y la crianza de hijos.

Este fenómeno no puede explicarse únicamente desde un cambio en las ideas. Como explicaron Marx y Engels, «el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general». En su «Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política» (1859), Marx detalla cómo «el ser social determina la conciencia», desmontando mitos idealistas que atribuyen los cambios sociales exclusivamente a la evolución del pensamiento. Dicho de otro modo: «Dime cómo vives y te diré cómo piensas».

Un factor crucial que disuade a muchas personas jóvenes de tener hijos es el elevado costo económico de la crianza. Según el informe de Save the Children sobre el costo de la crianza, mantener a un hijo implica gastos significativos en:

  • Alimentación: según la dieta recomendada por la Asociación Española de Pediatría (AEP).
  • Higiene y salud: productos básicos, servicios no cubiertos por la sanidad pública, como odontología o gafas.
  • Educación y conciliación laboral: desde materiales escolares hasta actividades extraescolares y servicios de guardería.
  • Vivienda y transporte: espacios más amplios y gastos relacionados.
  • Ocio y tecnología: juegos, excursiones y celebraciones.

Las cifras dejan claro que las condiciones laborales actuales, marcadas por la precariedad y los bajos salarios, hacen inviable para muchas familias jóvenes asumir este nivel de gasto.

Transformaciones sociales y culturales

En sociedades agrarias, los hijos eran percibidos como una fuente de mano de obra que contribuía a la economía familiar. Sin embargo, en el contexto urbano-industrial actual, tener hijos es visto como una carga económica. Este cambio se ha visto reforzado por una ideología hedonista que prioriza el disfrute del presente, encapsulada en frases como «Carpe Diem» o «Solo se vive una vez».

Además, mientras que la población autóctona reduce drásticamente la natalidad, muchas familias jóvenes inmigrantes mantienen patrones culturales y religiosos que fomentan las familias numerosas. Esta dicotomía refleja no solo diferencias culturales, sino también desigualdades estructurales que determinan las expectativas y posibilidades de cada grupo.

La lógica capitalista, centrada en maximizar beneficios y reducir costos, avanza hacia una automatización que reduce la necesidad de mano de obra humana. En este contexto, la crianza y la natalidad se perciben como innecesarias para la producción económica. Esto plantea un escenario preocupante: una creciente población mundial y una reducción progresiva de la mano de obra necesaria, que podría llevar al colapso de los sistemas sociales tal y como los conocemos.

Para enfrentar este panorama, es imprescindible repensar las prioridades del sistema económico. Algunas medidas propuestas incluyen:

  • Renta básica universal: una asignación económica que permita a todas las personas cubrir sus necesidades básicas, independientemente de su situación laboral.
  • Mejora de las condiciones laborales: estabilidad y salarios dignos que faciliten la crianza y la conciliación familiar.
  • Protección de los ecosistemas: garantizar un entorno saludable para las generaciones futuras.

La natalidad no puede desvincularse de las condiciones materiales de vida. El sistema capitalista, que actualmente obstaculiza la crianza, debe transformarse para poner la vida en el centro de sus prioridades. Como bien señaló Marx, «el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social». Es hora de adaptar este sistema a las necesidades reales de las personas, fomentando una sociedad que valore la crianza como una inversión en el futuro colectivo.

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