En este número de Octubre se habla de emigración.
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Podemos leer en sus páginas como las democracias occidentales empujaron el proceso de huida de ciudadanos de “países socialistas”, para asegurarse la mano de obra barata blanca y que no va a crear problemas sindicales al sistema productivo capitalista.
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En aquellos años fueron cientos de miles los que emigraron de estos países a Europa, y su vulnerabilidad ante los abusos de los empresarios por su extrema necesidad les situaba en una posición de extrema vulnerabilidad.
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Muchos fueron los casos en los que se prescindía del trabajador español, para quedarse con el emigrante de “países socialistas” que solo podían aspirar a entrar clandestinamente en los puestos de trabajo que nadie quería hacer, o bajo las condiciones que ninguna persona podría aceptar. Debilidad que los empresarios aprovechaban para abusar de una mano de obra barata y obediente. Y mientras por un lado los países demócratas apretaban a estos países para que su población huyera en busca de sustento, por el otro se les echaba la culpa de una precarización del trabajo más que agradecida por los empresarios que son los que aprietan estas condiciones.
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Hoy en día, son emigrantes de otras regiones del mundo los que son obligados a buscar el sustento fuera de su hogar, por la inacción o acción de los gobiernos occidentales que provocan que la vida digna en algunas regiones del mundo sea casi inhumana. Todo vale para mantener una mano de obra barata y precaria, sobre todo en los puestos de trabajo no cualificados.
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